Felícitas Sánchez Aguillón
o Neyra (nació en la década de 1890 en Cerro Azul, Veracruz, México y falleció el
16 de junio de 1941 en la Colonia Roma, Cd. de México) fue una asesina serial
mexicana. Conocida popularmente como "La Ogresa de la Colonia Roma",
"La Trituradora de Angelitos", "La Descuartizadora de la Colonia
Roma" o "La Espanta-Cigüeñas".
Responsable de un número
indeterminado de infanticidios (se cree que fueron más de 50, durante la década
de 1930), en un suburbio de la Colonia Roma de la Ciudad de México, donde vivía
en un edificio departamental. Fue una asesina organizada, hedonista y
sedentaria que según su profesión se considera un ángel de la muerte (se graduó
como enfermera y ejerció como partera).
A la par de su labor como
partera, sostenía un negocio ilícito practicando abortos y traficando con
infantes; pero estas actividades solo escondían la más aberrante y sanguinaria
de sus aficciones, una carnicería humana, que Sánchez desató en contra de los
pobres infantes que terminaban en sus manos.
Primeros Años
A finales del siglo XIX y
principios del siglo XX, nace en una zona rural del estado de Veracruz, en el
poblado de Cerro Azul, Felícitas Sánchez. Se desconocen los detalles de su
infancia, lo poco que se sabe es que tuvo una relación tormentosa con su madre,
(dominada por el rechazo de esta última), esto desencadenaría la psicopatología
que marcaría su futuro modus operandi: Un rechazo patológico hacia la
maternidad y todo lo relacionado con ésta, y, como el común denominador en los
asesinos seriales, desde pequeña tuvo un comportamiento perverso, que se
expresaba con crueldad hacia los animales (disfrutaba en especial envenenado a
perros y gatos callejeros).
Durante la década de 1900,
Felícitas estudia y se gradúa de enfermería y comienza a trabajar como partera,
en su natal Veracruz, a la par contrae matrimonio con un hombre, de poco
carácter, codependiente y sumiso, (en el futuro esté sería el patrón en todas
sus parejas), Carlos Conde. Sánchez era una mujer obesa, de malos modales,
misántropa y de carácter muy fuerte, la prensa de la época, posteriormente a su
aprehensión, colocó especial énfasis en su fealdad (basándose en descripciones
de los vecinos de la mujer, cuya opinión seguramente estaba influenciada por
los crímenes):
"Parece bruja, con los ojos saltones, gorda, fea, más bien
repugnante..."
(Periódico La Prensa, 1941).
A pesar de su aspecto y
personalidad Felícitas Sánchez contó con varias parejas a lo largo de su vida,
que incluso sirvieron como cómplices para sus delitos (entre ellos el propio
Carlos Conde).
Del matrimonio con Conde,
nacen un par de gemelas; la condición económica de la pareja era austera, y no
podían solventar la manutención de las pequeñas, así que Felícitas decide
venderlas. Su marido que en un principio estuvo de acuerdo con el acto, termina
arrepintiéndose, pero ya era demasiado tarde, Sánchez no cedió y jamás reveló
el destino final de sus hijas; esto marcó el final del matrimonio. Aunque suene
extraño, hasta donde se sabe Felícitas no asesinó a ninguno de sus hijos (las
gemelas Conde Sánchez no fueron las únicas hijas que tuvo).
Tras la separación, (por el
año de 1910), la mujer emigra hacia la capital.
Crímenes
Felícitas Sánchez, se
asienta en la Colonia Roma de la Ciudad de México, en calle Salamanca No. 9
(por esa época ocupada por un edificio de departamentos). Le renta una
habitación a una mujer que ocupaba un departamento en el tercer piso del
edificio. Su nueva casera y compañera de departamento laboraba todo el día y
solo iba al departamento para dormir, lo cual dejaba a Felícitas el tiempo y el
espacio para darle riendas sueltas a sus aberrantes prácticas.
Sánchez Neyra estableció un
negocio "atendiendo partos" en el lugar (a su casera no le molestaba
mientras el sitio estuviera limpio). En efecto Felícitas atendía partos, pero
pronto comenzó a destacar el hecho de que mujeres adineradas acudían a consulta
con la mujer. Evento por lo más extraño, por qué una mujer con alta capacidad
adquisitiva recurriría a una partera en un barrio marginal para atenderse su embarazo.
Los vecinos pronto
empezaron a percatarse de otros eventos extraños: Las cañerías del edificio se
tapaban con frecuencia, (para arreglar este contratiempo Felícitas contaba con
la complicidad de un plomero, Roberto Sánchez Salazar), y además, en ciertas
ocasiones pudieron percatarse de que del departamento salía un extraño humo
negro de olor muy desagradable.
Pronto el negocio prosperó,
Felícitas practicaba abortos clandestinos, incluso hacia visitas a domicilio.
La mujer frecuentaba los más selectos barrios de la ciudad. Atendía a las
mujeres sin importar la edad gestacional de su embarazo (así estuvieran en
labor de parto). Antes de comenzar con su faceta como asesina serial, Sánchez
Neyra se dedicó al tráfico de menores: Empezó a vender a los niños recién
nacidos que sobrevivían, pronto empezó a traficar también con niños que
compraba de madres que por una u otra razón le vendían a sus hijos, bajo la
promesa de que los colocaría en una "buena" casa. Durante la década
de 1910, todavía en el período del México porfirista, Sánchez fue detenida en
por lo menos 2 ocasiones por tratar de vender a un bebé; la mujer salió libre
tras pagar una simple multa.
No pasó mucho tiempo antes
de que Felícitas evolucionara al asesinato; los niños que no lograba vender
terminaban muertos sin mencionar que muchos infantes perecieron bajo su
cuidado.
Felícitas pronto recaudó
dinero suficiente para hacerse de un negocio, abrió una miscelánea (que también
fungió como clínica clandestina) en la calle Guadalajara No. 69, en la Ciudad
de México, a la cual llamó "La Quebrada".
Los asesinatos
Posterior a su detención
los cómplices de "la Ogresa" relataron la terrible tortura a la que
sometía los bebés y niños: Solía parodiar los cuidados maternales de una manera
sádica: Bañaba a las criaturas con agua helada, no les daba de comer durante
períodos considerables de tiempo, los dormía en el piso y a veces los
alimentaba con carne o leche podrida.
Sus métodos de ejecución
fueron increíblemente variados: Asfixia, envenenamiento, apuñalamiento y hasta
inmolación. Generalmente los estrangulaba o asfixiaba (en muchas ocasiones
repetía sus diversiones de la infancia y los envenenaba), ya muertos procedía a
descuartizarlos (en ciertas ocasiones los llegó descuartizar vivos); los restos,
generalmente, los tiraba a las alcantarillas, a veces los desechaba en
depósitos de basura y otras veces los incineraba en una caldera (de ahí el
humo), incluso llegó a quemarlos vivos.
Aprehensión
El 8 de abril de 1941, la
alcantarilla del edificio de Salamanca donde vivía Sánchez Aguillón se tapó,
(se encontraba congestionada desde la toma domiciliaria). En el primer piso del
edificio se disponía una tienda de abarrotes, el dueño, llamado Francisco Páez,
mandó llamar a un plomero y a albañiles. Los albañiles levantaron el piso del
negocio para poder acceder a la cloaca, cuando llegaron a ella la sorpresa y
las náuseas fueron generales. En la alcantarilla había un enorme tapón de carne
putrefacta, gasas y algodones ensangrentados, que despedían un olor
insoportable. Indagando en la repugnante masa se encontraron con algo que
despejó todas las dudas sobre su naturaleza, un pequeño cráneo humano.
Rápidamente, la prensa y la
policía se hicieron presentes. Las autoridades llamaron a la puerta de la
principal y única sospechosa, (Felícitas), los atendió la casera que no sabía
nada, sin embargo los dejó pasar hasta la habitación de la mujer, a la cual
ella nunca había entrado. Lo primero que salía a vista en el cuarto, era un
altar con velas, agujas, ropa de bebé, un cráneo humano y una gran cantidad de
fotografías de niños (trofeos; es un comportamiento típico de los asesinos
seriales el coleccionar fetiches que se relacionan con su víctima). Ese mismo
día se catea la miscelánea "La Quebrada", Felícitas no se encontraba
ahí, se había dado a la fuga.
En esa época no existía la
noción de asesino en serie; pero el infanticidio era y siempre ha sido un
crimen altamente condenado. La investigación cayó en manos del detective José
Acosta Suárez, (este hombre en 1942 también atraparía a Gregorio Cárdenas otro
asesino en serie mexicano).
El 11 de abril de 1941 es
detenido Salvador Martínez Nieves, el plomero cómplice. El relata que en efecto
sabía lo que estaba pasando, pero por miedo a ser condenado como cómplice, no
había denunciado. En efecto, él sí era cómplice, recibía una cuantiosa paga por
destapar los caños y un aún más cuantioso soborno por su silencio. Ese mismo
día Felícitas es atrapada junto con su amante, Roberto o Alberto Covarrubias,
alías "el Beto" o "el Güero" (con éste hombre, que también
fue su cómplice, Felícitas había procreado a su tercera y última hija, nacida
en 1939, mientras trataban de huir de la ciudad).
Móvil
Como ya se mencionó antes,
Felícitas Sánchez Aguillón experimentó el rechazo materno desde muy pequeña, esto
generó en ella una personalidad neurótica. Aparentemente no sentía empatía ni
remordimientos, era megalómana y racionalizaba sus actos:
“Efectivamente, atendí muchas veces a mujeres que llegaban a mi casa... Me
encargaba de las personas que requerían mis servicios y una vez que cumplía con
mis trabajos de obstetricia, arrojaba los fetos al WC.” (Sánchez Aguillón Felícitas. 1941).
Pero su frágil estado
mental iba más allá, tenía ideas delirantes en donde creía realmente que hacia
un bien con sus atroces crímenes (esto la acerca más al perfil de un asesino
misionero, pero lo cierto es que su principal motivación siempre fue monetaria,
por lo que entra más bien en la categoría de hedonista; además recordemos que
esta clasificación no es excluyente), incluso les asignaba una cualidad
mística, ejemplo de esto es el altar que poseía, (nótese que esto es muy propio
de los asesinos visionarios):
"Una mujer me dijo que había soñado que su hijo iba a nacer muy feo,
que por favor le hiciera una operación para arrojarlo. En efecto, aquella
criatura era un monstruo: tenía cara de animal, en lugar de ojos unas cuencas
espantosas y en la cabeza una especie de cucurucho. A la hora de nacer, el niño
no lloraba, sino bufaba. Le pedí al señor Roberto que lo echara al canal, y él
le amarró un alambre al cuello.” (Sánchez Aguillón Felícitas. 1941).
Estas declaraciones nos
hablan del terrible grado de cosificación que mantenía hacia sus víctimas: las
repudiaba a tal grado que las visualizaba de esta manera.
Reclusión y fallo absurdo
"La Descuartizadora de
la Col. Roma" desde su detención hasta junio de 1941, (más o menos tres
meses), fue recluida en prisión y aislada a causa del peligro que representaba
para ella el contacto con la población general del reclusorio. Durante todo ese
tiempo vivió, irónicamente, una regresión (se comportaba como una niña pequeña,
lloraba todo el día, sólo pronunciaba monosílabos y una repetitiva frase que en
ocasiones llegaba a gritar: "Quiero irme de aquí.", incluso como
típico berrinche infantil se tiraba al piso, pataleaba, gritaba y era necesario
arrastrarla para trasladarla de un lugar a otro).
La amenaza del abogado de
la mujer era clara, iban a revelar la lista de clientes si con ella era posible
aminorar su condena. En aquella lista estaban inmiscuidas importantes figuras
de la política; así en una evidente muestra de corrupción y una serie de
irregularidades, permitieron que "la Ogresa" saliera libre en tan
sólo 3 meses.
Las más fuertes pruebas de
la fiscalía que conectaban a Felícitas con los cargos de asesinato eran los
restos encontrados en la cañería de Salamanca No. 9, entre los que se
encontraban un cráneo y un par de piernas que correspondían a un niño de por lo
menos un año de edad. Inexplicablemente esto restos desaparecieron. Sánchez
Aguillón fue procesada, el 26 de abril de 1941, sólo por los cargos de aborto,
inhumación ilegal de restos humanos, delitos contra la salud pública y
responsabilidad clínica y médica; ninguno de estos crímenes era considerado
como grave por lo que la mujer alcazaba fianza.
Pero la fiscalía tenía
todavía los testimonios del plomero (completamente dispuesto a declarar) y del
amante, (que bajo la presión adecuada terminaría por declarar),
desafortunadamente el juez que llevaba el caso abdicó, (se cree fue amenazado o
sobornado para hacerlo), lo cual facilitó la salida de Sánchez antes de que la
fiscalía pudiera apelar el fallo.
Su ex-esposo, Carlos Conde,
a pesar de todo, (incluso a pesar de que Felícitas ya mantuviera otra relación
sentimental), fue quien pagó dicha fianza (esto nos habla de lo enfermiza que
era su relación con su ex-mujer) que ascendía a $600.00 pesos de aquella época
(equivalente a $600,000.00 pesos mexicanos actuales, aprox. $60,000.00
dólares). En junio de 1941 salió libre.
Muerte
Ella sabía que todo había
terminado, aunque no pudieran volverla a enjuiciar ya no podría seguir con su
estilo de vida (de hecho ya no podría siquiera vivir en el país), todos la
odiaban. El 16 de junio de 1941, tomó la salida fácil, se suicidó con una
sobredosis de Nembutal, durante la madrugada en la casa que compartía con su
comcubino mientras éste dormía. Dejó tres cartas postumas: una dirigida a su
ex-abogado, otra a su actual abogado y una última a su pareja. En ellas no
había ninguna expresión sentimental (sin culpa, sin dolor, sin tristeza y sin
lazos afectivos de ningún tipo, en ningún momento menciona a su hija). Al final
de cuentas parecía haberse cosificado a sí misma, su propia muerte no pareció
producirle ningún sentimiento.
Su hija pasó a la tutela
del Estado, fue llevada a un hosipicio, creció hasta convertirse, (hasta donde
se sabe), en un miembro "funcional" de la sociedad.
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