Raúl Osiel Marroquín Reyes "El Sadico" (nacido en Tampico, Tamaulipas, en 1981) fue un
asesino en serie mexicano responsable de 6 secuestros, 4 de ellos acabaron con
la muerte de sus víctimas, perpetrados entre el 21 de enero y el 22 de diciembre
del 2005, en Cd. de México.
Fue un asesino organizado, motivado por odio y depredador sexual.
Todas sus víctimas fueron hombres homosexuales, por lo cual se ha convertido en
un símbolo de la homofobia en México.
Marroquín Reyes cursó un año de la carrera de médico militar y fue
miembro del ejército mexicano durante cuatro años, con el grado de Sargento
Primero, pero causó baja. Estuvo preso en Tampico durante 14 meses bajó el
cargo de robo violento.
Perfil psiquiátrico
Sus crímenes tuvieron muchas similitudes a los del asesino en serie
estadounidense John Wayne Gacy, siendo el móvil un poco diferente: Gacy
asesinaba a sus víctimas debido a una represión de su propia homosexualidad que
proyectaba hacia los demás (se sentía atraído hacia ellos, razón por la cual
los culpaba de su homosexualidad). En cambio, Marroquín, a pesar de que sus
crímenes también poseían marcados rasgos homoeróticos (el mismo Marroquín
declaró no ser homosexual, pero su conducta denota marcados rasgos
homoeróticos), se puede apreciar en él a un sociópata o psicópata dentro de un
marco socio-cultural que, de una u otra forma, le dio un escaparate para su
violencia contenida, dirigiéndola hacia una minoría.
Tras su detención, Marroquín declararía no ser homofóbico (aunque esta
aseveración se contradiría por otras hechas por el homicida, en donde se
refiere a los gays como "un mal para la sociedad") que la razón
principal de que fueran hombres homosexuales sus víctimas se debía a que estas
personas eran más fáciles de plagiar; esta fue la declaración que hizo al ser cuestionado
sobre su patrón:
“por no batallar en operaciones que implicaran armas y vehículos, tan
sólo bastaba con ir a los lugares que ellos frecuentaban y ellos solos me
abordaban, se me hacía más fácil tratar a esas víctimas.” (Osiel Marroquín,
2006).
Carecía de empatía y cosificaba a las personas a su alrededor. Tras
ser detenido se le preguntó que si no se sentía mal por los familiares de las
personas que asesinó (ya que obviamente les había quitado todo valor humano a
sus víctimas), él respondió:
“Nunca he pensado en ellos.” (Osiel Marroquín, 2006).
Se mostraba reacio a someterse a las normas sociales y esto lo hacía
proclive a la desviación y la criminalidad. Carecía de culpa y no aceptaba la responsabilidad
sobre sus actos. Racionalizaba sus actos y poseía una autoestima inflada. El
ejemplo más claro de esto fue el expresar que sus crímenes fueron un bien para
la sociedad:
“Hasta le hice un bien a la sociedad, pues esa gente hace que se maleé
la infancia” (Osiel Marroquín, 2006).
“Una de mis víctimas era portador de VIH, y de cierta manera, evite la
propagación del virus” (Osiel Marroquín, 2006)
El que justificara sus actos como correctos nos habla de su autoestima
inflada, se veía a sí mismo como un benefactor de la sociedad (un ángel
exterminador). Esto indica también una sobrevaloración de sí mismo
(narcisismo), lo que es indicio de un desarrollo psicosexual deficiente y una
inmadurez del desarrollo psico-afectivo; según Robert D. Keppel y William J.
Birnes un trastorno del desarrollo psicoafectivo, es la principal causa de la conducta
de un asesino en serie.
Estas declaraciones también nos hablan de un distanciamiento de la
realidad. Creía que sus actos tenían una justificación moral, aunque era
plenamente consciente de las implicaciones éticas y jurídicas de sus actos,
pensaba que ante la sociedad sus delitos eran menores y hasta justificables.
Según Joel Norris, este proceso (el distanciamiento de la realidad) corresponde
a la primera fase conductual de un asesino serial.
Era proclive a las perversiones sexuales.
Se sentía atraído y se encontraba en constante búsqueda de emociones
fuertes; lo que también junto con la ausencia de empatía, el egocentrismo y la
incapacidad de aceptar la responsabilidad de sus actos, lo hacían proclive a la
desviación, el crimen y las parafilias.
Era megalómano. Su atracción patológica se aprecia claramente en la
tortura que sometía a sus víctimas: al torturar se busca quebrar la voluntad
del individuo despojarlo de su calidad humana, y así hasta tener poder
absoluto, sobre dicha persona.
Era carismático, atractivo y manipulador.
Era violento y sufría de explosiones de ira.
Poseía un estilo de vida parasitario.
Su carrera criminal la inició como un asaltante, su motivación fue
monetaria (su constante búsqueda de emociones intensas y su atracción
patológica por el poder (megalomanía), también fueron detonantes para su
conducta delictiva); posteriormente, de igual forma motivado por los mismos
factores, evolucionó al secuestro, Marroquín fue una de las muchas personas en
México que vieron en el secuestro una actividad muy lucrativa (porque en muchos
de los casos ya había cobrado el dinero del rescate antes de asesinar a su
víctima), y finalmente al homicidio.9 Como producto de su actividad como
secuestrador obtuvo un total de 109 mil pesos (poco más de 10,000. dólares)
Crímenes
Modus operandi
Abordaba a sus víctimas, (a quienes conocía en un famoso bar gay,
llamado el Cabaretit o Neón, ubicado en la Zona Rosa, en la Col. Juárez,
delegación Cuauhtémoc de la Cd. de México), con propuestas sentimentales y/o
eróticas; los invitaba a su casa ubicada en el 4223 de la Av. Andrés Molina
Enríquez, en la Col. Asturias, delegación Venustiano Carranza, también de la
Cd. de México, o a algún hotel; en donde dependiendo si esté contaba con los
recursos económicos, era si los secuestraban. Contaba con la ayuda de un
cómplice: Juan Enrique Madrid.
A los hombres que plagiaba los sometía a tortura (de ahí su apodo)
tenía un especial predilección por sofocar a sus víctimas, antes de matarlas
las asfixiaba hasta que perdiera el conocimiento, una vez que volvían en sí las
volvía a asfixiar, y así una y otra vez.
Pedía el rescate a los allegados de esté e, independientemente, de que
pagaran o no, asesinaba a su rehén por asfixia o estrangulación.
Posteriormente, abandonaba los cadáveres en distintos lugares de la ciudad.
Víctimas
Asesinadas
Jonathan Razo Ayala: primer asesinato de Osiel Marroquín, fue
secuestrado el 27 de octubre de 2005 y asesinado el 12 de noviembre, tras 16
días de secuestro en la casa de Marroquín. Solicitó $50,000 pesos mexicanos
(alrededor de $5,000 dólares) por su rescate, aunque su familia no pudo
pagarlo. Ricardo López Hernández: conoció a Marroquín el 30 de noviembre de de
2005. Éste lo mantuvo secuestrado durante 9 días en su casa, hasta el 9 de
diciembre, día en que lo asesinó por estrangulación. No antes de haber cobrado
$28.000 pesos mexicanos (poco más de $2,000 dólares) por su rescate.
Armando Rivas Pérez: fue secuestrado el 16 de diciembre de 2005, ese
mismo día lo asesinó, tras cobrar su rescate. Víctor Ángel Iván Gutiérrez
Balderas: última víctima secuestrada; fue secuestrado el mismo día que Armando
Rivas, el 16 de diciembre, lo mantuvo secuestrado 6 días. Tras cobrar un
rescate de $8,300 pesos mexicanos (un poco más de $800 dólares) lo mató el 22
de diciembre.
Secuestradas
Juan Carlos Alfaro Alba: fue la primer víctima plagiada por Osiel, fue
secuestrado el 21 de octubre de 2005. Lo mantuvo cautivo cerca de una semana en
una habitación de hotel, tiempo en que le infligió grave daño físico y
psicológico. Pidió rescate a los familiares quienes pagaron lo más rápido que
les fue posible; Raúl Marroquín lo dejó atado en la habitación de hotel,
aparentemente el criminal aún no "evolucionaba" por lo que se
conformó con la violencia ejercida sobre su víctima y el dinero fácilmente
ganado, y no mató a Alfaro Alba.
José Ricardo Galindo Valdés: fue la antepenúltima víctima secuestrada
de Marroquín, el 13 de diciembre de 2005. Raúl se comunicó con la madre del
plagiado, ésta le imploró que no lo lastimara porque no tenía dinero para
pagarle el rescate,-y quizás porque tuvo un ataque de humanidad,-el asesino lo
dejó libre pero antés lo amenazo de muerte si denunciaba.
Aprehensión y condena
Fue arrestado por la PGR, el 23 de enero del 2006, en la Cd. de
México, junto con su cómplice. Fue condenado a 128 años de prisión, el 4 de
septiembre de 2008.
Posterior a su detención declaró:
“No me arrepiento de lo que hice... De tener la oportunidad lo
volvería a hacer, solo que sería más cuidadoso para no ser atrapado y no cometería
los mismos errores que llevaron a mi captura... De lo único que me arrepiento
es por lo que está pasando mi familia ahora” (Osiel Marroquín, 2006).
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